La estadística acumulada presenta un dato inquietante: Muchos compradores de discos de vinilo no escuchan ni una vez las grabaciones por las que pagan. ¿Por qué los compran, entonces?
A la luz de datos fiables recientes, el disco de vinilo es el formato de mayor crecimiento, y tras superar en ventas al Compact Disc por primera vez desde 1987, podríamos decir que está marcando una tendencia notable en la escena.
Sólo el año pasado, 2022, el vinilo consolidó su decimoquinto año de crecimiento consecutivo, y sus cifras acumuladas de ventas están ahora en el pico más alto con la referencia de 1990. Y la situación aplica por igual a países como EUA u otros europeos, como Francia, Alemania, Reino Unido, y España, por supuesto.
Cuando las ventas no significan escuchas: La pose del comprador de vinilo
Ahora bien, la venta de unidades por formato no siempre implica unos niveles equivalentes de escucha musical. Y esto sí que es incluso más curioso y digno de analizar de forma pormenorizada que la explosión contemporánea del vinilo…
Un dato curioso ha surgido tras las cifras publicadas por los analistas de datos musicales Luminate. Y es que en su informe reciente Top Entertainment Trends for 2023, revelan que el cincuenta por ciento de los compradores de discos de vinilo en los últimos 12 meses no dispone de un plato tocadiscos para la reproducción y escucha de las grabaciones por las que pagaron.
Es cierto que el universo del informe U.S. Music 360 constaba de casi 4.000 encuestados en EUA (3.900 para ser exactos), lo cual no significa una gran cantidad en comparación con el montante de escuchas potenciales (que representa a millones en EUA); pero incluso así, los resultados son dignos de consideración.
¿Y por qué crece el número de compradores de vinilo sin plan de escucha?
Podríamos citar una misión altruista detrás de este fenómeno. Y es que, en realidad, el vinilo proporciona a los seguidores un emblema palpable de su lealtad a una banda o artista, quizá significando de paso una contribución generosa hacia sus figuras; y también habría que valorar el sentimiento de recompensa por el formato material en sí, algo que el disfrute pasajero del streaming no es capaz de ofrecer en sus formas inmateriales.
Contamos por miles de millones los aficionados a la música que alaban el streaming, pero incluso con sus facilidades y mecanismos de inmediatez y descubrimiento, parece evidente que hay gente que demanda una experiencia complementaria…
¿Pudiera ser que algunos oyentes, cada vez más, vean en el vinilo un crecimiento de su apego por cierta música, más allá del puro streaming? Porque sería genial tener una referencia cruzada de los compradores de vinilo respecto a sus hábitos de streaming para así salir de dudas. ¿Percibes tú como más tangible la música que te gusta cuando, además de pincharla en streaming, la posees físicamente? Esa sería la cuestión, una realidad quizá para muchos.
De ese modo, la riqueza material y visual de un vinilo (además de coleccionable con toda su parafernalia) sería una recompensa de alto nivel. Y como tal, no haría falta que fuese puesta sobre un plato, ya que la escucha sería realizada por otros medios de más inmediatez y facilidad en los tiempos que corren.
Una nueva forma de mercancía cultural, al margen de la música, o no…
El hecho de buscar, seleccionar, comprar, coleccionar y exhibir los discos de vinilo (y no escucharlos) estaría añadiendo una dimensión extra de disfrute; y para el caso que nos ocupa de millones de fans, esta forma de proceder nos estaría mostrando que convive sin mayores problemas con las suscripciones a servicios de streaming musical como Apple Music, Spotify, Tidal o similares. Estaríamos hablando, por tanto, de un puente total de disfrute entre los mundos de la cultura material y la complacencia de lo intangible.
En este paradigma, los servicios fáciles y asequibles de planchado de discos desde plataformas como Bandcamp, estarían marcando al nuevo vinilo como una forma adicional de mercadería cultural: No estaría de más verlo como un objeto fetiche que los coleccionistas (y amantes de la música) atesoran con apego, sin renunciar a las escuchas de playlists. Y en realidad, los creadores musicales salen beneficiados, porque obtienen una fuente adicional de ingresos que mejora sobremanera el microscópico beneficio procedente del streaming.
Estaríamos hablando, por tanto, de un puente de disfrute entre los mundos de la cultura material y la complacencia de lo intangible…
La situación cubierta por esta noticia –la referida a los compradores de vinilo sin platos en su haber– no es nueva para nosotros. Ya en 2016 nos referíamos a un estudio de ICM a través de BBC que identificaba a un siete por ciento de los encuestados como carentes de tocadiscos, al tiempo que más del 40 por ciento no los había escuchado a pesar de contar con un plato en sus manos. Y curiosamente, en aquel momento, un 48 por ciento de los compradores de vinilo aún estaba pendiente de escucharlos, igualándose casi así al objeto de esta noticia que lees.