Voyager 2, el segundo ingenio hecho por el hombre que ha llegado más lejos, porta un disco repleto de sonidos, imágenes y mensajes terrestres –una auténtica cápsula del tiempo…
Por segunda vez en la historia, un ingenio de tecnología humana logró alcanzar el espacio interestelar. La sonda Voyager 2 de la NASA dejó atrás la heliosfera, «la burbuja protectora de partículas y campos magnéticos creados por nuestro Sol», como la describen en el comunicado oficial que difundió la conocida agencia espacial.
Pero lo que más llama la atención en el contexto musical y sonoro hi-tech de Future Music y Computer Music, es que dicha sonda porta un disco dorado que va repleto de sonidos, música y grabaciones, mensajes en suma que proceden de nuestro planeta y resumen su vida. Todo ello compone un registro completo de nuestra especie, en busca de otras civilizaciones que quieran –y/o puedan– interpretarlo, en el hipotético caso de que alguna vez se topasen con nuestra vetusta sonda espacial, portadora de nuestras ansias de comunicación.
Voyager 2 es un DJ interestelar, en busca de otras residencias
Corría el 5 de Noviembre de 2018 cuando los científicos de la misión determinaron que la sonda cruzó el borde exterior de la heliosfera. Dicho límite, llamado heliopausa, es donde el viento solar caliente y tenue se encuentra con el medio interestelar frío y denso. La sonda gemela, Voyager 1, cruzó este límite en 2012, hito que cumplidamente te dimos a conocer en su momento; pero la Voyager 2 transporta en su interior un instrumento de trabajo que proporcionará observaciones únicas sobre la naturaleza de esta puerta de entrada al espacio interestelar.
Voyager 2 está ahora a poco más de 18.500 millones de kilómetros de la Tierra. Los operadores de la misión aún pueden comunicarse con Voyager 2 incluso en esta nueva fase de su viaje, pero la información, que se mueve a la velocidad de la luz, toma aproximadamente 17.2 horas para viajar desde la nave hasta la Tierra. En comparación, la luz que viaja desde el Sol tarda unos ocho minutos en llegar a la Tierra.
«Todavía hay mucho que aprender sobre la región del espacio interestelar inmediatamente más allá de la heliopausa»
– Ed Stone, científico del proyecto Voyager | Caltech (Pasadena, California, EUA)
La evidencia más convincente de que Voyager 2 abandonó la heliosfera provino de su Experimento de Ciencia de Plasma a bordo (PLS), un instrumento que dejó de funcionar en su hermana Voyager 1 allá por 1980, mucho antes de que la sonda cruzase la heliopausa. Durante gran parte de 2018 y antes, el espacio que rodeaba a Voyager 2 estuvo inundado predominantemente del plasma que emana de nuestro Sol. Este vertido, llamado viento solar, ocasiona una burbuja, la heliosfera, que envuelve a los planetas de nuestro Sistema Solar.
Y el instrumento PLS emplea la corriente eléctrica del plasma para detectar los valores de velocidad, densidad, temperatura, presión y flujo del viento solar. El PLS a bordo de Voyager 2 detectó un fuerte descenso en la velocidad de las partículas del viento solar el 5 de Noviembre de 2018. Desde esa fecha, el instrumento de plasma no capturó ningún flujo de viento solar en las inmediaciones de Voyager 2, y eso sugiere a los científicos de la misión que la sonda dejó atrás la heliosfera.
Además de los datos de plasma, los miembros del equipo científico de Voyager vieron evidencias de otros tres instrumentos a bordo: El subsistema de rayos cósmicos, el instrumento de partículas cargadas de baja energía, y el magnetómetro, que es consistente con la conclusión de que Voyager 2 cruzó la heliopausa. Los miembros del equipo de Voyager continúan estudiando los datos de estos otros instrumentos a bordo para así obtener una imagen más clara del entorno a través del cual Voyager 2 se mueve en estos momentos.
Dos ‘ancianas’ con tecnología de antaño hermanadas en una misión conjunta
Al unísono, ambas sondas Voyager brindan una visión detallada de cómo nuestra heliosfera interactúa con el constante viento interestelar que fluye desde más allá. Sus observaciones complementan los datos del Explorador de Límites Interestelares de la NASA (IBEX), una misión que está detectando de manera remota dicho límite. La NASA también está preparando una misión adicional, la próxima Interstellar Mapping and Acceleration Probe (IMAP), que será lanzada en 2024, para capitalizar las observaciones del programa Voyager.
«Voyager tiene un lugar muy especial para nosotros en nuestra flota de heliofísica», comentó Nicola Fox, Directora de la División de Heliofísica en la sede de NASA. «Nuestros estudios comienzan en el Sol y se extienden a todo lo que toca el viento solar. Tener a los ‘Viajeros’ enviando información sobre el borde de la influencia del Sol, nos brinda una visión sin precedentes de un territorio verdaderamente inexplorado».
Dado que ambas sondas espaciales podrían durar miles de millones de años, estas ‘cápsulas del tiempo’ podrían ser algún día los únicos vestigios que perdurasen como recuerdo de la civilización humana…
Si bien ambas sondas han abandonado ya la heliosfera, Voyager 1 y Voyager 2 aún no han dejado atrás el Sistema Solar, y tampoco lo harán pronto. El límite de nuestro Sistema Solar se considera que está más allá del borde exterior de la Nube de Oort, una colección de pequeños objetos que todavía están bajo la influencia de la gravedad del Sol, y que alimenta la existencia de la mayor parte de cometas. La extensión de la Nube de Oort no es conocida con precisión, pero se estima que comienza en unas 1.000 Unidades Astronómicas (UA) desde el Sol y se extiende hasta unas 100.000 UA. Dejemos claro que una UA es la distancia existente desde el Sol hasta nuestra Tierra. Y Voyager 2 tardará unos 300 años en alcanzar el borde interior de la Nube de Oort y, posiblemente, unos 30.000 años en moverse más allá.
Nadie daba nada más por Voyager 2 ni su gemela, ¡pero qué sorpresa!
Las sondas Voyager se alimentan con el calor de la descomposición del material radioactivo, contenido en un dispositivo llamado Generador de Radioisótopos (RTG). La potencia de salida de los RTG disminuye a razón de unos cuatro vatios por año, aproximadamente. Y eso significa que varias partes de los Voyager, incluidas las cámaras de ambas sondas espaciales, han sido apagadas a lo largo del tiempo con el fin de gestionar la energía.
«Todos estamos contentos y aliviados de que las sondas Voyager hayan operado el tiempo suficiente para superar este hito», asegura Suzanne Dodd, Gerente del Proyecto Voyager en el Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA en Pasadena, California. «Esto es lo que todos habíamos estado esperando. Y ahora esperamos con ansias lo que podamos aprender al tener ambas sondas fuera de la heliopausa», añade Dodd.
Sus cinco años de vida útil fueron ampliados hasta 41 años, haciendo de Voyager 2 la misión más longeva de la NASA…
Voyager 2 fue lanzada en 1977, 16 días antes de Voyager 1, y ambas han viajado muchísimo más allá de sus destinos originales. Estas sondas espaciales fueron construidas para durar cinco años y realizar estudios de primer plano de los planetas Júpiter y Saturno. Sin embargo, a medida que la misión continuaba, resultaron posibles los sobrevuelos adicionales de los dos planetas gigantes más externos, Urano y Neptuno.
Y a medida que las sondas surcaban el Sistema Solar, la reprogramación vía control remoto fue utilizada para dotar a las Voyager con mayores capacidades que las que obtuvieron cuando abandonaron la Tierra. Su misión de dos planetas se convirtió en una misión de cuatro. Y sus cinco años de vida útil fueron ampliados hasta 41 años, haciendo de Voyager 2 la misión más longeva que en estos momentos la NASA mantiene y opera.
La grabación de mayor éxito y alcance de nuestra civilización
La historia de Voyager ha impactado e impactará no solo en generaciones de científicos e ingenieros actuales y futuros, sino también en la cultura de la Tierra, incluyendo Cine, Arte y Música. Cada sonda espacial transporta un Golden Record, que es un disco dorado con un registro completo de sonidos, imágenes y mensajes de la Tierra. Y dado que ambas sondas espaciales podrían durar miles de millones de años, estas ‘cápsulas del tiempo’ podrían ser algún día los únicos vestigios que perdurasen de la civilización humana. Este fue el pensamiento que el célebre astrofísico Carl Sagan tuvo en mente cuando coordinó la creación de dichos discos.
Los controladores de la misión Voyager se comunican con las sondas utilizando la Deep Space Network (DSN) de la NASA, una red internacional de antenas que soporta misiones interplanetarias de naves espaciales y observaciones astronómicas por radio y RADAR para la exploración del Sistema Solar y el Universo. La DSN está administrada por JPL, y consta de tres grupos de antenas ubicadas en Goldstone (California, EUA), Canberra (Australia), y Robledo de Chavela, en Madrid.