En estos tiempos en los que sobreabunda la superioridad digital, quizá sea sensato recordar que, sólo porque puedas trabajar “en digital”, no significa que debas hacerlo en todo momento.
No vamos a discutir que, con la oferta actual de plug-ins y multiefectos digitales, es posible conseguir tonos tan repulsivos y esotéricos como te apetezca, pero a la hora de obtener ese toque grueso y convincente –sobre todo con tratamientos como la distorsión, modulaciones y cambios de fase–, no hay nada como los circuitos de hardware analógico (y si son añejos o a válvulas, tanto mejor).
Tan sólo recuerda que este tipo de cachivaches suele colocarse en el suelo junto a los pies de un guitarrista. Hace unas décadas, eran vistos como “accesorios” más decorativos que eficaces, pero dos o tres modelos concretos marcaron desde entonces el sonido “guitarrero” más auténtico. Si nunca experimentaste algo así, pasa tu señal por cualquiera de los modelos que te presentamos, y notarás como te asalta un huracán de sensaciones analógicas casi orgánicas.