Los “paneles gráficos tangibles” ofrecen reproducciones físicas de un mundo tan virtual como el de la informática musical. Los inventores, liberados de la carga de tener que promocionar sus productos, prueban cualquier cosa, incluso dulces y caramelos para controlar el sonido.
Hannes Hesse, Andew McDiarmid y Rosie Han desarrollaron hace un tiempo su Bubblegum Sequencer (algo así como el Secuenciador de Chicle), que utiliza reconocimiento visual para seguir bolas de chicles de colores, colocadas sobre unos matriz con orificios. Los investigadores implementaron varias funciones, como golpear al tempo en el hardware, utilizar chicles para ritmos y melodías, e incluso muestreo de voz. Pero no trates de crear un ritmo con tu boca, al tiempo que mascas chicle…
¿Te gustan más los caramelos Skittles que los chicles? Kyle McDonald desarrolló el secuenciador I Eat Beats, que se basa en los mismos principios que la alternativa de los chicles (es decir, utiliza una cámara y objetos de colores), pero aporta variados sabores con los colores del arco iris.
¿O prefieres un menú completo? Los investigadores de la Universidad de Verona y los de IUAV Venice se descolgaron con una paranoica “mesa de comer aumentada de forma sónica”, llamada Gamelunch. Partes el pan, te sirves un vinito, aliñas la ensalada o realizas cualquier otra acción normal de una comida, y escuchas resultados sonoros absurdos. No creemos que calme los nervios a la hora de la sobremesa, pero transforma las comidas en una experiencia nueva.
Por supuesto, todos estos sistemas están más en el lado experimental y desafiante que en el de la práctica operativa. Sólo hay un problema que todos estos investigadores aún no han resuelto: qué hacer para que la gente no se coma el panel. Quizá sea esa la gracia…